lunes, 17 de diciembre de 2012

Digamos que fue un Martes y 13

En algún lugar se soplaran unas velas, en otra esquina se preparan para una gran fiesta. Muchos estarán ultimando sus ultimas pancartas, perfeccionando sus gritos de guerra mientras tanto yo me dedico a recoger mis ultimas pertenencias. Atrás quedan los días de un aire que te agrieta la cara, atrás quedan las temperaturas axfisiantes y la ropa pegada al cuerpo por el sudor.
El barco llega a la costa y es el momento, el mejor momento de abandonarlo. Muchos días dirigiéndolo, alguna tormenta pasada y días de soledad en el mas profundo mar quedaran marcadas en mis retinas. La hora se acerca, anécdotas inundan mi mente, recuerdos de compañeros perdidos, risas mirando al mar, dudas mirando a tierra. Llega el momento de empezar a bajar del barco y a valorar todo lo vivido, todo lo aprendido y alguna vez enseñado, el como he llegado a este punto, el mirar el camino que me he ido creando, que para bien o para mal es mio y bien orgulloso que estoy de el. Siempre llevo en mi equipaje mis batallas disputadas, mis guerras ganadas y mis escaramuzas perdidas. Siempre hay un sitio donde guardar a mis amigos y compañeros de fatigas. Nunca dejaré olvidadas sus enseñanzas en la barra de aquel bar mugriento después de beber un licor de destilación sospechosa.

Y todo eso fue ya hace más de un mes. La verdad es que el tiempo pasa rápido, muy rápido, ¿demasiado tal vez? Da igual el tiempo pasa y todos vamos su ritmo. Es momento de pasear, de volver a sentir el espíritu.



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